jueves, 3 de junio de 2021

Con mi música y la Fallaci a otra parte.

Después de muchos, muchos años, hoy di clase en la universidad por última vez.
No dictaré clases allí el semestre que viene y no sé si volveré algún día a dictar clases en una licenciatura en comunicación.
Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me rindo. Tiro la toalla.
Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa de recibir selfies.
Claro, es cierto, no todos son así.
Pero cada vez son más.
Hasta hace tres o cuatro años la exhortación a dejar el teléfono de lado durante 90 minutos -aunque más no fuera para no ser maleducados- todavía tenía algún efecto. Ya no. Puede ser que sea yo, que me haya desgastado demasiado en el combate. O que esté haciendo algo mal. Pero hay algo cierto: muchos de estos chicos no tienen conciencia de lo ofensivo e hiriente que es lo que hacen.
Además, cada vez es más difícil explicar cómo funciona el periodismo ante gente que no lo consume ni le ve sentido a estar informado.
Esta semana en clase salió el tema Venezuela. Solo una estudiante en 20 pudo decir lo básico del conflicto. Lo muy básico. El resto no tenía ni la más mínima idea. Les pregunté si sabían qué uruguayo estaba en medio de esa tormenta. Obviamente, ninguno sabía. Les pregunté si conocían quién es Almagro. Silencio. A las cansadas, desde el fondo del salón, una única chica balbuceó: ¿no era el canciller?
Así con todo.
¿Qué es lo que pasa en Siria? Silencio.
¿De qué partido tradicionalmente es aliado el PIT-CNT? Silencio.
¿Qué partido es más liberal, o está más a la "izquierda" en Estados Unidos, los demócratas o los republicanos? Silencio.
¿Saben quién es Vargas Llosa? ¡Sí!
¿Alguno leyó alguno de sus libros? No, ninguno.
Conectar a gente tan desinformada con el periodismo es complicado. Es como enseñar botánica a alguien que viene de un planeta donde no existen los vegetales.
En un ejercicio en el que debían salir a buscar una noticia a la calle, una estudiante regresó con esta noticia: todavía existen kioscos que venden diarios y revistas.
En la Naranja Mecánica, al protagonista le mantenían los ojos abiertos con unas pinzas, para que viera una sucesión interminable de imágenes, veloces, rápidas, violentas.
Con la nueva generación no se necesitan las pinzas.
Una sucesión interminable de imágenes de amigos sonrientes les bombardea el cerebro. El tiempo se les va en eso. Una clase se dispersaba por un video que uno le iba mostrando a otro. Pregunté de qué se trataba, con la esperanza de que sirviera como aporte o disparador de algo. Era un video en Facebook de un cachorrito de león que jugaba.
El resultado de producir así, al menos en los trabajos que yo recibo, es muy pobre. La atención tiene que estar muy dispersa para que escriban mal hasta su propio nombre, como pasa.
Llega un momento en que ser periodista te juega en contra. Porque uno está entrenado en ponerse en los zapatos del otro, cultiva la empatía como herramienta básica de trabajo. Y entonces ve que a estos muchachos -que siguen teniendo la inteligencia, la simpatía y la calidez de siempre- los estafaron, que la culpa no es solo de ellos. Que la incultura, el desinterés y la ajenidad no les nacieron solos. Que les fueron matando la curiosidad y que, con cada maestra que dejó de corregirles las faltas de ortografía, les enseñaron que todo da más o menos lo mismo.
Entonces, cuando uno comprende que ellos también son víctimas, casi sin darse cuenta va bajando la guardia.
Y lo malo termina siendo aprobado como mediocre; lo mediocre pasa por bueno; y lo bueno, las pocas veces que llega, se celebra como si fuera brillante.
No quiero ser parte de ese círculo perverso.
Nunca fui así y no lo seré.
Lo que hago, siempre me gustó hacerlo bien. Lo mejor posible.
Justamente, porque creo en la excelencia, todos los años llevo a clase grandes ejemplos del periodismo, esos que le encienden el alma incluso a un témpano. Este año, proyectando la película El Informante, sobre dos héroes del periodismo y de la vida, vi a gente dormirse en el salón y a otros chateando en WhatsApp o Facebook.
¡Yo la vi más de 200 veces y todavía hay escenas donde tengo que aguantarme las lágrimas!
También les llevé la entrevista de Oriana Fallaci a Galtieri. Toda la vida resultó. Ahora se te va una clase entera en preparar el ambiente: primero tenés que contarles quién era Galtieri, qué fue la guerra de las Malvinas, en qué momento histórico la corajuda periodista italiana se sentó frente al dictador.
Les expliqué todo. Les pasé el video de la Plaza de Mayo repleta de una multitud enloquecida vivando a Galtieri, cuando dijo: "¡Si quieren venir, que vengan! ¡Les presentaremos batalla!".
Normalmente, a esta altura, todos los años ya había conseguido que la mayor parte de la clase siguiera el asunto con fascinación.
Este año no. Caras absortas. Desinterés. Un pibe despatarrado mirando su Facebook. Todo el año estuvo igual.
Llegamos a la entrevista. Leímos los fragmentos más duros e inolvidables.
Silencio.
Silencio.
Silencio.
Ellos querían que terminara la clase.
Yo también.

Enlace post: http://leonardohaberkorn.blogspot.com/2015/12/con-mi-musica-y-la-fallaci-otra-parte.html
Fotograma: La Naranja Mecánica.

lunes, 4 de enero de 2021

Los Reyes son los padres.

El pasado año supuso un duro golpe para el juancarlismo, curiosa variante del fanatismo monárquico, ese guisote a mitad de camino entre la zarzuela y la fabada que estuvo cociéndose a fuego lento durante unas cuatro décadas. El juancarlismo surgió al unísono con el destape, ese cine bufo made in Spain repleto de señoras en pelotas, bingos, casinos, piscinas, yates y jeques árabes. Nadie se daba cuenta, pero en aquellas películas de brocha gorda se estaba escribiendo la verdadera historia de la Transición, una interminable españolada con su Jesús Gil y su Rumasa, su Mario Conde y sus Albertos, su Roldán y su Corcuera. La verdad, era muy difícil imaginarse a Alfredo Landa de ministro del Interior, ordenando la patada en la puerta, y más aun a Fernando Esteso de director de la Guardia Civil, en calzoncillos, borracho perdido y rodeado de putas.
A pesar de ser protagonista principal de la función, el juancarlismo ha tardado mucho más en incorporarse al elenco, probablemente porque el destape, en su caso, funcionaba a la inversa: mientras las señoras se destapaban enseñando hasta el peroné, al juancarlismo le iban tapando todas las vergüenzas una detrás de otra. Esta larga y complicada operación de cirugía estética iba funcionando bastante bien, demostrando la habilidad de los distintos poderes -legislativo, ejecutivo, judicial y periodístico- en el sutil manejo del bisturí y la palangana. No fue hasta la abdicación que el estriptís borbónico empezó a ir soltando lifting tras lifting y prenda tras prenda -un elefante tiroteado, un oso borracho apuntillado, una barragana pagada con dinero público- para terminar como suelen terminar los líos de los poderosos con la hacienda española: en Suiza.
Aun así, daban igual las pruebas de delito fiscal y comisiones más que dudosas, ya que los juancarlistas más recalcitrantes buscaron un refugio antiaéreo a prueba de evidencias: el felipismo. Es curioso porque la inmensa mayoría de juancarlistas habían dicho una y mil veces que ellos no eran exactamente monárquicos, sino juancarlistas, es decir, creyentes a pies juntillas en la ficción de un monarca bonachón y campechano que no se enteraba de nada, ni de los banqueros voraces que le rondaban alrededor, ni de las amigas íntimas que se le colaban en su cama. Recurrían a la misma estrategia de esos niños que no quieren crecer y que siguen creyendo en los Reyes Magos, parapetados en una fe ciega y sordomuda.
Todavía recuerdo aquel día de Reyes en que mi hermano y yo descubrimos, a los pies de la cama, un trozo de carbón adornado con una tarjeta que señalaba donde podíamos encontrar los regalos. El mosqueo fue enorme porque la caligrafía, ya fuese de Melchor, Gaspar o Baltasar, era clavada a la letra de nuestro padre. Sin embargo, decidimos hacer caso omiso y al año siguiente volvimos a mandar la carta al triunvirato real, con un pequeño avance postal a Papá Noel, por si podía echar una mano. Tiene que ser agotador continuar manteniendo la fábula con hijos y nietos a cuestas, pero a Juan Carlos le sirve el recurso de que el 5 de enero, día en que se celebra la Epifanía del Señor, es su cumpleaños. Este año, además, desde Abu Dhabi.
David Torres.
Enlace Post:  https://blogs.publico.es/davidtorres/2021/01/04/los-reyes-son-los-padres/
Viñeta de Bernal para la revista El Jueves

viernes, 1 de enero de 2021

El año en que fuimos Homer Simpson.

El 2020, el año que dejamos atrás, es el último de la década, mientras el 2021 que acabamos de estrenar viene a ser, en sentido estrictamente matemático, el primero de los años 20. No sé si esto servirá de consuelo a los fanáticos de la numerología, probablemente no, aunque también es cierto que nadie vio venir la catástrofe alojada en la bicicleta de los dígitos, y eso que el 20, según la particular exégesis del bingo, significa "la Fiesta". Doble fiesta, en este caso. No hubo cuartetas de Nostradamus que lo anunciaran, ni profecías mayas, ni siquiera un episodio de los Simpson: a lo mejor por eso la gente se ha puesto a maldecir el año confundiendo causa y efecto, el alivio irracional con las ganas de perderlo de vista. No obstante, sospecho que el 2020 no tuvo mucho que ver, pobrecito, con la deforestación general, la destrucción de ecosistemas, la tala indiscriminada y el comercio con animales exóticos, principales causas de la propagación del coronavirus, según los expertos.
De hecho, hay un episodio de los Simpson que profetiza, si no el coronavirus, sí el grueso de nuestra reacción hacia estos 365 días nefastos que acabamos de dejar a la espalda. Es el momento en que está a punto de producirse la fisión del núcleo en la central de Springfield y Homer Simpson, encargado de la seguridad, no atiende a las alarmas porque está muy ocupado jugando no recuerdo si con un cubo de Rubik o con un pajarito mecánico. Cuando las alarmas saltan y la catástrofe resulta inevitable, Homer apunta con el dedo al cacharro de sus desvelos y suelta un alarido: "¡Tú, tú tienes la culpa, juguete maldito!"
Hay gente que opina que la pandemia es obra de un experimento biológico que se fue de las manos en un laboratorio de Wuhan, gente que culpa a las manifestaciones feministas del 8-M y gente que ya directamente cree que todo ha sido fruto del gobierno de coalición, empeñado en salvar el sistema público de pensiones al estilo Treblinka. Lo bueno de las conspiraciones es que te ahorran la enojosa tarea de pensar. A la humanidad -dicho así, en bloque- nunca se le ha dado muy bien asumir responsabilidades, quizá por eso Homer Simpson nos cae simpático. Lo que les hemos hecho a los bosques, al medio ambiente, a los pangolines y a los murciélagos resulta difícil de entender, así que lo mejor es hacer caso a aquellas tres lecciones magistrales que le impartía Homer a Bart, resumidas en tres frases: "Yo no he sido", "Buena idea, jefe" y "Ya estaba así cuando llegué".
Como el optimismo nunca falla, la gran idea motriz de la pandemia era que el mal trago iba a ayudarnos a ser mejores, aunque no especificaba exactamente mejores en qué. Al cabo de varios meses, después de caceroladas tres estrellas, campañas de antivacunamiento y teorías sobre microchips en la sangre, quedó meridianamente clara aquella sentencia de Spinoza según la cual cada cosa se esfuerza por perseverar en su ser, de manera que los científicos se esforzaron en sacar una vacuna, los médicos en curarnos, los políticos en sacar rédito y los tontos en ser más tontos. Con no poca xenofobia, se habló del "virus chino" porque la enfermedad se originó allí, aunque el razonamiento tiene la misma lógica que echarle la culpa al Brexit de la cepa procedente de Gran Bretaña.
A pesar de la crisis mundial y el descalabro económico, la pandemia también ofreció oportunidades de negocio inéditas, especialmente en el mundo de la paquetería a domicilio, demostrando que la película que descarriló definitivamente la carrera de Kevin Costner, Mensajero del futuro, llegó demasiado pronto. No entiendo todavía cómo nadie ha aprovechado la idea de la party-bike, esa bicicleta múltiple donde un montón de jóvenes van pedaleando por la ciudad al tiempo que se emborrachan como piojos. El concepto de pedal al unísono serviría no sólo para animar el maltrecho sector turístico sino también para organizar reuniones de trabajo, conferencias de prensa y lecturas de poesía: yo mismo podría haber presentado mi última novela en una de estas bicicletas alcohólicas y hasta habrían sobrado plazas.
Según el horóscopo chino, este último 2020 fue el Año de la Rata -murciélagos no hay, aunque sí dragones- una señal que, según los expertos, tampoco significa absolutamente nada. 

 David Torres

Enlace Post: https://blogs.publico.es/davidtorres/2021/01/01/el-ano-en-que-fuimos-homer-simpson/

martes, 15 de septiembre de 2020

La Gran Mentira.

Decían que España era un milagro económico y resultó ser un globo. Se nos pinchó y se acabó la fiesta y nos quedamos con los gorritos, los matasuegras y la cara de tontos. Decían que teníamos un sistema financiero de Champions y la crisis mostró que era otro gol que nos habían colado para ocultar cómo jugaban con nuestro dinero al casino. Decían también que teníamos la mejor sanidad del mundo y el coronavirus ha demostrado que era un bulo para esconder cómo la habían dejado en los huesos. Decían que el rey era ejemplar a la par que campechano y que la Transición era modélica y ya hemos visto que todo lo contrario, que ejemplo de golfería y modelo de pícaros. Moraleja: de lo que digan, hay que pensar lo contrario.  
Cuando nos cuenten que somos los más altos y los más guapos, pensemos qué fealdad y bajeza nos estarán ocultando. Cuando estos amos te acarician el lomo, es que están a punto de llevarte a castrar al veterinario. La idea es castrarnos al resto para que no les castremos a ellos. España es un país que camina sobre una lujosa alfombra de mentiras que cubren la cloaca donde han desaguado toda la pocilga. De tanto en tanto, las cloacas rebosan y asoman su lengua por los bordes de la moqueta. Rebosa la cloaca del PP, rebosa la cloaca del rey, rebosa la del PSOE andaluz, rebosa la del pujolismo y la del Ibex 35, antes rebosaron la del felipismo, el aznarismo y todos los ismos que en este país han sido.  
Desde la Transición, las cloacas no han dejado de vomitar. Cuando esto ocurre, corren a tapar la cloaca con más alfombras a las que el periodismo pasa la aspiradora. Alfombras y más alfombras, como si fuéramos una tienda persa y vuelta a empezar porque la poza nunca se limpia. Si alguien se atreve a sugerir que habría que reformar el país, vaciar la alcantarilla, desempolvar las instituciones, abrir puertas y ventanas, airear y crear los mecanismos para que la mierda no nos coma, la respuesta es que no toca. No toca porque estamos en crisis, una crisis permanente causada por el problema que queremos extirpar. Las crisis que la corrupción provoca son la excusa para no limpiarla. La razón para no limpiar el polvo es que hay polvo, chúpate esa. El cáncer no se extirpa porque tenemos cáncer y al final el cáncer te mata, obvio. O produce excrecencias de la cloaca como Vox, que no viene a sanear el sistema como dicen sino a sostenerlo. A apuntalarlo. A apuntalar las paredes que se caen de un edificio ruinoso.
La gran mentira de España es que España va bien. Por eso es irreformable. Si todo va bien, para qué tocarlo. La primera condición del adicto para curarse de su adicción es reconocer que tiene una enfermedad, pero en este país el alcohólico se receta la medicina, más alcohol. El fuego no lo quieren apagar los bomberos sino los pirómanos. Los que crean el problema quieren traer la solución. A rey depuesto, rey puesto, a Casado lo aúpa Cospedal, a Susana Díaz la coloca Griñán, el pujolismo pone a Artur Mas y así todo. Alfombras y más alfombras.  
Una quincena de medios, entre ellos Carne Cruda, hemos tenido que organizarnos para encargar una encuesta con dinero del público que pregunte al personal por la monarquía porque no lo hace el Estado a quien corresponde. Sólo un tercio de los votantes actuales aprobó la Corona que se metió de tapado en un referéndum con todo lo demás porque si se preguntaba sólo por ella, salía que adiós al Borbón, como Suárez reconoció. Alfombras y más alfombras, como el papel de salvapatrias del rey en el 23F, otro tapiz más. No basta con pasar la aspiradora, tampoco con levantarlas o atizarlas con el sacudidor. Volveremos a tropezar con ellas mientras sigan ahí, mientras no se pongan los dispositivos para que haya transparencia, control y rendición de cuentas. España no necesita reformitas, necesita una reConstitución, un proceso constituyente, una ruptura. Quemar las alfombras, vaya.

Javier Gallego (Carne Cruda)
 
Viñeta de Bernal.
Fuente: https://www.eldiario.es/carnecruda/lo-llevamos-crudo/gran-mentira_132_6220874.html

miércoles, 2 de septiembre de 2020

Villarejo contra la mafia.

 
De todos es sabido que soy muy fan irredento de nuestra santa transición, esa que nos llevó del fascismo autocrático de Franco al franquismo votocrático de ahora. Y, también lo tengo dicho, el personaje más fascinante y admirable que encuentro en estos últimos cuarenta años de felicidad, belleza y progreso de España es el comisario José Villarejo. No me vayáis a tomar por un tragaldabas que burla tradiciones y patrióticos relatos. Vale: tampoco tengo un póster de don Pelayo en la cabecera de la cama. Pero José Villarejo ha hecho por España lo que muchos de vosotros no conseguisteis durante cuarenta años pos y cuarenta años franquistas: cargarse a un borbón. Eso sí es poesía. Eso sí es patriotismo.

Ahora nos anuncian que la jueza Belén Sánchez quiere imputar a Villarejo, nuestro Messi de las cloacas policiales, por apuñalar en 2014, y delante de su hijo, a la dermatóloga Elisa Pinto por orden de Javier López Madrid. "Hoy estarás feliz. En la última puñalada habrías disfrutado. En la tripa y de veinte centímetros. Su hijo pequeño chillando. Ella sangrando como una cerda", decía un mensaje telefónico recibido por López Madrid y que obra en poder de la jueza. En principio, el caso se sobreseyó. Pues ciertos policías aseguraron que la dermatóloga se había apuñalado a sí misma delante de su hijo. Algo muy típico entre feminazis y dermatólogas despechadas, como todo machirulo español sabe. Pero ahora parece ser que unas juezas social-comunistas quieren reabrir la causa obviando esta última evidencia sociológica.

Pongámonos en antecedentes con este López Madrid. Es yerno de Juan Miguel Villar Mir, fugaz ministro franquista bajo el palio agónico de Arias Navarro (el carnicerito de Málaga, lo bautizaron sus admiradores franquistas en 1937 por hazañas y razones obvias) y que recientemente compartió juzgado con su yerno en los casos Lezo y Púnica. Confraternidad familiar. Villar Mir, amigo íntimo de Franco y después de Juan Carlos I, nombró consiglieri a su apuesto yerno, hoy colega muy especial (no en plan Corinna, válgame dios) de nuestros ejemplares monarcas Letizia y Felipe Sextos: "Sabemos quién eres, sabes quiénes somos. Nos conocemos, nos queremos, nos respetamos. Lo demás, merde. Un beso, compi yogui. (I miss you!!!)", escribió nuestra reina, la de ahora, y ya siendo reina, cuando su compañero de yoga López Madrid fue imputado por las tarjetas black. ¿La mafia española no existe? No me digáis que no os dan ganas de poner a esta película una banda sonora de Nino Rota. Si se entera Mario Puzo, se levanta de la tumba para denunciar a España por plagio. Y la culpa será de Pablo Iglesias.

Lo que cuenta es que, a este paso, nuestro marveliano superhéroe garbancero Villarejo&Tal va a acabar cargándose a dos generaciones de borbones. Él solo. Ante el peligro. ¿No os dan ganas de cantarle eso de cómo no te voy a queré?

Al margen del affaire Villarejo; de que Miguel Blesa --ex presidente de Caja Madrid-- se suicidara con una escopeta más grande que él; de la casi decena de muertes extrañas relacionadas con la financiación ilegal del PP; de que un falso cura disfrazado, con implicaciones con el Centro Nacional de Inteligencia, se colara en el piso de Bárcenas y maniatara y amenazara de muerte a la esposa y los hijos del magnate, o mangante, para llevarse documentación comprometedora; de que el rey anduviera paseando maletines black por las cloacas bancarias ginebrinas; de que el yerno de un ministro franquista y empresario encargara a un policía el apuñalamiento de una ex novia compi yogui, a pesar de todo esto, yo no creo que en España exista mafia. Lo que existe es régimen. Nuestro régimen democrático consiste en ayunarnos democracia y beber de otros talentos. Y nos va de puta madre, quod erat demonstrandum. La mafia tiene más glamour. Pero nuestra podredumbre institucional pisa mejores moquetas.

Podría continuar páginas y páginas, si hoy existieran las páginas, cantando poéticas loas a nuestro comisario Villarejo y sus esfuerzos por narrarnos la reciente y florinante historia de España. Pues también nos contó el caso Nicolás, lo del ático impagable del impagable ex presidente madrileño Ignacio González, las maniobras del ex ministro rajoyista  Jorge Fernández Díaz para inventar causas judiciales contra los independentistas catalanes y Podemos, los encargos millonarios del BBVA por servicios de espionaje a empresarios y banqueros, y otras muchas lindezas que nos hacen sentir toreramemente orgullosos de ser muy españoles y mucho españoles. Villarejo es nuestra esencia. Villarejo es más que un toro. Villarejo es nuestra fiesta nacional. A Villarejo lo deberían juzgar en Las Ventas, con todos los honores, tras sacarlo a hombros de la cárcel y meterlo en la Real Academia de Nuestra Verdadera Historia.

Lo único que le reprocho yo a mi admirado Villarejo, después de tantos años de servicio a nuestra sacrosanta patria y su transparencia innegable, es que no haya descubierto una mafia troglodita. No importa si fuera una mafia pequeñita. Es por el capricho de hacernos una peli. Aunque sea de Coppola y no del gran Berlanga. Pero no ha habido suerte. Aquí solo disfrutamos de un régimen puro, casto y democrático. No de una mafia. No valemos para nada. Ni para hacer una peli. Ni una mafia. O sea.

PS a mis trolls: Los presuntamente socialistas y republicanos Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero acaban de firmar una carta para que Rodolfo Martín Villa no sea juzgado en Argentina por sus crímenes fascistas durante el franquismo y la transición. ¿No ves como no hay mafia, tonto l'haba? Eran tiempos plácidos, donde a los y a las coletas, sencillamente, se les mataba. Qué bien se vivía entonces. En nuestra santa transición. Vitoria. Sin ce. No es una errata.

Anibal Malvar. 

Fuente: https://blogs.publico.es/rosa-espinas/2020/09/02/villarejo-contra-la-mafia/

lunes, 6 de enero de 2020

España me hastía.

Me he dado cuenta de que, casi inconscientemente, evito ver las noticias, sobre todo en televisión. El nivel de sus locutores seniles o sus locutoras de vientre planísimo, la selección de lo que es o no noticia, la intención manipulante al desarrollar los contenidos, la falta de análisis o la exaltación del comentarista por encima de su profundidad y la youtubización me irritan.
Hacemos mal en mirar los fenómenos sociales aisladamente, con la observación alteramos su significado real. Son partes de estructuras complejas que no nos explican el qué pero sí nos ayudan a entender los por qués; la prensa actual es un reflejo de la estupidez general, el problema es la poca gente comprometida en luchar contra esa dinámica automatizada; igual pasa con la política, el Arte o el ambiente de la calle. La iconización del pensamiento: la sustitución de los conceptos y sus interrelaciones por imágenes y la posibilidad de saltar entre ellas aunque no guarden relación, marca dos momentos diferentes en la historia de la Razón humana.
Sí, estamos en un momento de cambio del paradigma del conocimiento: lo que viene, y perdonen la marxistada, no es más que la ideologización de la estructura económica impuesta: necesitamos una población precaria no formada, consumidora de basura icónica y de productos extremadamente caducos y destruibles y baratos, para generar la riqueza de una élite torpe, grosera y deshumanizada. Por eso destruimos el Sistema Educativo convirtiendo en guardería los colegios, en colegios los institutos y en FPs utilitarias a las universidades… el Saber es una opción personal e inútil, allá usted…
Estos días atrás he puesto en clase varios vídeos de Ana Orantes contando su vida de torturas y violaciones repartidas en familia; me he emocionado en clase viendo emocionarse a algunos alumnos, a algunas alumnas que deberían ser el futuro pero lo tendrán todo en contra. Hay quien piensa que esto que he hecho es manipular sus mentes (lo confunden con sensibilizar), en Córdoba han admitido una denuncia a una profesora por hacer esto mismo en clase: un país donde un Juzgado admite algo así y no procesa directamente a los denunciantes por mala fe al abusar de la Ley, no merece la pena.
España me hastía. O lo que sea España, e incluyo de momento a la catalanidad. Ahora mismo somos un país de techadores pero necesitamos cimentadores; la idea de la independencia catalana es legítima pero ha optado por la velocidad y el combustible de ese tren es el nacionalismo xenófobo y autolegitimante; al otro lado, España es una derrota sin proyecto y no me refiero a la construcción nacional sino a los ideales de justicia, humanidad, igualdad, democracia… El bucle nacionalista se alimenta mutuamente: cada victoria del gran líder y futuro héroe Puigdemont apuntala la fortaleza legionaria de Abascal, cada triunfo del españolismo ramplón de Casado o Sánchez eleva un nivel la santidad idiotizante de Junqueras… en una espiral demencial que sólo puede terminar en una guerra… y lo saben, lo saben y les da igual, no lo olviden, si escribo esto es para que un documento coetáneo ponga en su sitio real a estos locos generadores de dolor que algún día, dependiendo del lado de la línea en el que estén, serán modelos o villanos.
Y vamos a otras elecciones… así hasta la total destrucción del Estado. Se empieza a hablar de “Spaxit” en esta locura disgregadora… Yo nunca he sido pro-UE porque nunca me pareció que Europa sirviera por igual para el comercio que para los derechos, pero este ansia de desmontaje súbito me agobia, qué coño pasa, ¿por qué esta colapsofilia acratizante sin alternativas? ¿A dónde nos quieren dirigir?
Sánchez no puede pactar con el independentismo catalán porque si cede a lo propuesto se invalida como Presidente de un Gobierno Español, sería como presidir el Barça y firmar perder por cinco goles con el Madrid a fin de mantener esa presidencia. No tiene opciones y lo sabe, y los catalanes lo saben y ya actúan como xenófobos: les importa un carajo que el resto de España se vaya a la mierda si consiguen la hipóstasis de la barretina.
La elevación de la estupidez, de la inconsecuencia, la imposición de lo preideológico y de lo prejuicioso me están agotando como ciudadano, como persona… me hastía: Sánchez debe convocar elecciones otra vez, ERC debe abandonar las veleidades independentistas y volver a la Ley para trabajar esa advocación a la larga, PP y Cs deben convocar elecciones en Andalucía, en Madrid y otros sitios, romper todo vínculo fascista… deben formar gobiernos democráticos, plurales, complejos, y empezar a trabajar ya contra el totalitarismo incipiente que habla de verdades y naturaleza frente a convención y humanismo… lo demás es una mierda, o una guerra, y lo saben.
 
Francisco Silvela. 
 
Fuente: https://diario16.com/y-lo-saben/

martes, 28 de noviembre de 2017

El síndrome de Procusto: El gran mal de las empresas actuales.

En la mitología griega, Procusto era un hermoso bandido y posadero del Ática, que tenía su casa en las colinas, donde ofrecía posada al viajero solitario.
Allí lo invitaba a tumbarse en una cama de hierro donde, mientras el viajero dormía, lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas del lecho.
Si la víctima era alta, Procusto la acostaba en una cama corta y procedía a serrar las partes de su cuerpo que sobresalían: los pies y las manos o la cabeza. El reinado de terror de Procusto finalizó gracias al héroe anónimo Teseo.
El síndrome de Procusto se ha convertido en un símbolo del conformismo y la uniformización, un mal común en los anales de la historia humana.
Someter a nuestros semejantes al lecho de Procusto, –también llamada cama de Procusto-, es un estándar arbitrario para el que se fuerza una conformidad exacta. Se aplica igual a aquella falacia seudocientífica en la que se tratan de deformar los datos de la realidad para que se adapten a la hipótesis previa.
De la misma forma que se aplica en la empresa –pública o privada-, en la que el mediocre gobierna y a cuenta de no ser superado, procede a cortar los cuerpos que sobresalen.
Los Procustos, son sin duda seres muy comunes en todos los niveles de las organizaciones, pero mucho mas en puestos de poder. Allí; van “cortando” trozos de personas –por extraño que suene-, y mermando con violencia sistemática las capacidades de sus congéneres. La razón es simple; los opacan y ellos no pueden darse esa libertad. Sin duda se trata de un mal muy extendido en las organizaciones.
El “Síndrome de Procusto” en síntesis, lo padecen aquellos que cortan la cabeza o los pies de quien sobresale, los mediocres y los conformes.
Los Procustos en los tiempos actuales no saben gestionar el talento, tienen miedo de “el nuevo”, “el joven”, “el proactivo” y también del cambio; aman su status quo y su zona de confort… en vez de optimizar los recursos que tienen a su cargo y sacarles el máximo rendimiento en su propio favor, prefieren rodearse de aquellas personas que, o bien se bajan el perfil para no ser cortadas o bien son de la “medida indicada” para la “amplitud de su horizonte”…
Quienes hemos caído presa de algún Procusto, nos queda la esperanza de ser hallados por algún Teseo… un héroe anónimo que decide por accidente, por encargo o por venganza, aplicar la misma dosis a Procusto.
Bien decía David Ogilvy, el padre de la publicidad: “Si cada uno de nosotros contrata a gente de menor talla que la nuestra, nos convertiremos en una empresa de enanos. Pero si cada uno de nosotros contrata a gente que es más grande de lo que somos nosotros, nos convertiremos en una empresa de gigantes”.
Los Procustos; inconscientes de que lo son:
1.- Su visión siempre es tan clara –según su propia opinión-, que se molestan si se les dice que no tienen razón.
2.- No se ponen en el lugar de los demás, aunque creen que sí lo hacen.
3.- Suelen hablar de tolerancia, multidiversidad, intercambio de ideas… pero cuando esto se produce no soportan que se den opiniones diferentes a la suya y encuentran cómo criticar o deslegitimar a esa persona.
No obstante; los Procustos si son conscientes de que:
1.- Tienen miedo de las personas jóvenes, nuevas, con brillo propio, proactivas y/o con conocimientos, con capacidades o con iniciativas que ellos no tienen.
2.- Por ello, limitan las capacidades, la creatividad, la iniciativa y/o las ideas de sus subordinados para que no evidencien sus propias carencias.
3.- Son capaces de modificar su posicionamiento inicial ante un tema si ven que alguien opina igual y puede llegar a capitalizar la atención o destacar sobre él si se acepta esa tesis.
Estas conductas generan los mas comunes comportamientos y consecuencias en la organizaciones, como:
1.- Generan un clima laboral de tensión y estrés.
2.- Fuerza las circunstancias para ajustarlas a su propio modelo.
3.- No optimizan sus equipos.
4.- Priman su visión personal, o incluso sus intereses particulares, frente a la maximización del rendimiento y la eficacia.
5.- Deforman, ocultan, interpretan… los datos obtenidos tras un análisis o estudio, de manera que confirmen su hipótesis previa.
6.- No asignan tareas a quienes las harían mejor, cierran su acceso a proyectos en los que destacarían, no les evalúan correctamente y según las herramientas o los controles internos aplicables…
7.- Exigen niveles de calidad y perfección que –en muchas ocasiones-, ni las tienen ellos ni se pueden alcanzar.
8.- Por su autoconvencimiento de tener razón, son más proclives al lanzamiento de productos o servicios que exigen una cierta adaptación de parte del consumidor o usuario final.
9.- Los Procustos, pueden experimentar éxitos momentáneos si lo que se aporta también es novedoso y atractivo, pero si no se ha procurado adaptarse totalmente a lo que precisa el mercado la competencia pronto lo clonará adecuándolo al consumidor/cliente y llevará al fracaso a quien lo creó.
Como dije al inicio; el síndrome de Procusto se ha convertido en un símbolo del conformismo y la uniformización, lo cual ha sido un mal común en los anales de la historia humana hasta nuestros días.
No siempre es algo personal contra alguien especifico, sino la traducción de una vida frustrada, llena de envidias y disconformidad con su propia existencia.
“En definitiva el Procusto es el que si sobresales te corta los pies, y si demuestras ser mejor que él, te corta la cabeza…”

Fuente:https://excelencemanagement.wordpress.com/2017/11/17/el-sindrome-de-procusto-el-gran-mal-de-las-empresas-actuales/

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Las mejores vacaciones de mi vida.

He aprovechado los grados de libertad que nos conceden las vacaciones estivales para tomar cierta distancia. La naturaleza, el silencio, las proporciones, la luz... consiguen que cambiemos por unos días el registro rutinario que convierte nuestro magnífico cerebro en un copistero gris y rescatemos el color de la vida. El problema surge cuando uno se da cuenta de que se lo está pasando sospechosamente bien y que por contraste su cotidianidad tiene un tinte bastante miserable. No es de extrañar que la industria del turismo esté triunfando, todo el mundo quiere huir de su jornada laboral explotadora o de su paro laboral no deseado, de su execrable jefe, del vecino, de la familia política... de algo. En verano el respetable se trasviste de turista accidental y se echa a la calle buscando chiringuito, tapas, raciones, cervecitas y demás regalías. Es una huida hacia adelante que está irremisiblemente condenada al fracaso. Al final tendremos que volver a lo de siempre y habremos malgastado otra oportunidad de tomar conciencia. Una conciencia que, por otra parte, es dura de tomar. A nadie le gustan las medicinas amargas y esta lo es.
Las protestas contra la avalancha de visitantes veraniegos no servirán de nada, cada vez vendrán más, cada vez estarán más desesperados, cada año querrán más. La razón es sencilla: si la sed aumenta es que no estamos bebiendo en la fuente adecuada. El ritmo de vida occidental, su consumo desaforado, su prisa, su no parar, su ruido permanente, sus pantallas incesantes... no consiguen saciar el profundo anhelo que cada cual lleva en su pecho. Ni el coche recién comprado, ni el nuevo móvil, ni los cien mil mensajes que recibimos cada día nos dan esa paz que terminamos buscando como peregrinos enfurecidos en los escasos días que conseguimos escapar de la construcción de la correspondiente pirámide del faraón de turno.
Pensar no ha sido nunca fácil, hacen falta mimbres adecuados. Un lenguaje suficiente, tiempo, espacio, silencio de calidad, una mínima cultura general, cierta biblioteca y unos cuantos maestros que hayan sabido poner en nosotros las semillas adecuadas. El pensamiento crece de la mano de la conciencia, vamos dándonos cuenta de lo que somos y necesitamos, de lo que son y necesitan los demás. Vamos comprendiendo que entre la primera, segunda y tercera personas de todos los verbos que existen no hay diferencias significativas.
El día que decidamos ir de vacaciones a nuestro propio centro todo cambiará. Ese día experimentaremos una profunda paz sin hacer más que tomar conciencia del tiempo y el espacio que ocupamos en este mismo instante.
La paradoja está en querer huir metiéndonos directamente en nuestra propia cárcel. Es una sofisticación social de estos tiempos del final de la historia: ya no hace falta alinear al ciudadano, él mismo ofrece su privacidad, abre sus carnes, se carga de grilletes. El verano nos lo muestra a las claras. Parecemos felices unos días al disfrutar por fin de la ansiada zanahoria que llevamos todo el año persiguiendo. Las carreteras atestadas, los hoteles llenos, los aeropuertos saturados lo atestiguan. Alguien se está forrando y no somos nosotros.
El día que decidamos ir de vacaciones a nuestro propio centro todo cambiará. Ya no hará falta comprar costosos billetes, preparar abultados equipajes o agobiarnos en largos trayectos, soportando colas, esperas y demás inconvenientes. Ese día experimentaremos una profunda paz sin hacer más que tomar conciencia del tiempo y el espacio que ocupamos en este mismo instante. Sin atascos, música machacona ni multitudes alocadas. Serán las mejores vacaciones de nuestra vida: gratuitas, sencillas, felices y llenas de vida. Conseguiremos descansar de lo que más nos cansa: esa versión de nosotros mismos que se afana por ser lo que no es. Y además los demás nos verán en la cara que no les estamos engañando, por fin dejaremos de ser impostores en busca de la experiencia vacacional perfecta.
De momento será nuestro móvil el juez de turno que dictaminará cómo nos van las cosas. Mientras más selfies y fotos estivales compartamos en redes sociales probablemente más alineados estaremos. Los pocos que han comprendido dónde estaba el tesoro hace tiempo que hicieron un discreto mutis por el foro y dejaron de presumir de su propia condena.
Todavía no puedo decir si estas van a ser las mejores vacaciones de mi vida. Parece que al menos voy encontrando interesantes puntos de vista. Les mantendré informados.

Salvador Casado en el Huffingtonpost.
 
Fotografía de Qatsi: Atardecer en Estaca de Bares (Galicia).